jueves, 25 de febrero de 2010

CAJONES

Tengo un cajón cerrado. Un cajón que deseo abrir pero del que no encuentro la llave. Todos los días lo miro y me dispongo a abrirlo con una llave, con otra y otra más. Y ninguna consigue abrirlo.
No sé si es defecto de la llave o de la cerradura pero el resultado es el mismo. El cajón permanece cerrado.
¿Cuántos cajones cerrados tenemos? ¿Es conveniente abrirlos o es mejor que continúen cerrados? Porque, en el supuesto caso de que un día mi cajón se abriera.. ¿podría volverlo a cerrar si lo que encuentro dentro no me gusta?
¡Qué dilema!
Es como ir desnudo y a rostro descubierto. Una vez has enseñado tus intimidades se rompe el morbo que provoca el imaginar cómo será aquello que guardas con tanto recelo.
Sin embargo, si Dios nos ha hecho a su imagen y semejanza, ¿por qué ocultar permanentemente esa obra tan grandiosa?
Si en la imperfección está la belleza ¿por qué acomplejarse de ella?
Somos iguales y distintos al mismo tiempo. Es la singularidad lo que nos hace únicos. Es esa singularidad la que nos hace servir al mundo. Tender lazos. Brindar el hombro. Abrir las manos.
No importa que no abramos los cajones si podemos abrir las manos. Porque abriendo las manos se puede adivinar lo que contienen nuestros cajones y así se podrá saborear la esencia de su contenido para moldearla caprichosamente con la imaginación.
Así vivimos. Abriendo cajones con las mágicas llaves de nuestras manos.
No necesitamos llaves. Necesitamos intenciones.

2 comentarios:

  1. POR FAVOR!!!! escribe un libro de poemas y publícalo . Me a encantado... que manera tan bonita de describir los sentimientos ocultos de nuestra alma y la forma de mostrarlos a los demás ...con las manos abiertas...he disfrutado leyendolo gracias amiga poeta

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  2. Je, je... decía Sánchez Dragó que: Para decir "yo quiero" primero hay que aprender a decir "yo".

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